CAPÍTULO 4


Día 414 de la misión. 20:50 h.


Dieter y Liana han concluido su examen de los diversos elementos del sistema de comunicaciones interplanetarias. Apenas puede aprovecharse nada. En cuanto a recambios o componentes que pudieran adaptarse para reconstruir el sistema, no ha habido mejor suerte. No han encontrado nada adecuado o en buenas condiciones después de inspeccionar el almacén 1 e incluso los destrozados 2 y 3 incluyendo el exterior de la nave al que han ido a parar bastantes piezas.

Debatimos las acciones a emprender. La única salida que nos queda para tratar de salvar nuestras vidas y al mismo tiempo avisar a la Herschel 2 de lo sucedido, es intentar una temeraria aventura que yo propongo en mi condición de piloto y conocedor de la capacidad de vuelo de las cápsulas de reconocimiento. Aunque éstas no fueron diseñadas para un trayecto interplanetario, sino, como máximo, orbital, es factible realizar con una de ellas una travesía que en un plazo de unas veinte o treinta horas nos lleve a un flyby con la segunda nave nodriza. Esta, que ya ha iniciado las maniobras de frenado, se encuentra todavía a 28 millones de kilómetros, y tardará, según el plan previsto, unos tres días en descender al cometa.

Nuestro arriesgado vuelo consumirá todo el combustible del vehículo, imposibilitando el regreso a nuestra nave nodriza. Y aún así, deberemos confiar en una buena orientación inicial para acercarnos lo suficiente a la Herschel 2 por inercia antes de entrar en una incierta y problemática órbita solar que nos alejará irremisiblemente de la nave. Si nos aproximamos lo bastante a ella, pueden interceptarnos con sus cápsulas y llevarnos a bordo.

Dado que medio millón de kilómetros es la máxima distancia a la que el sistema de comunicaciones interplanetarias de la Herschel 2 puede captar una transmisión efectuada desde una cápsula de reconocimiento, el contacto no será posible hasta poco antes de nuestro encuentro con ella.

Corremos al exterior para examinar las cápsulas con la esperanza de que alguna esté en condiciones de emprender el viaje. El aire respirable que nos queda en los depósitos de nuestras mochilas no durará más de cuatro horas.

Las tres naves destrozadas están descartadas sin necesidad de revisarlas. Las dos magulladas que ahora yacen tumbadas son poco fiables. La que sigue en pie es objeto de nuestra inspección. Por desgracia, el único desperfecto que sufre la incapacita por completo para nuestra misión: ha perdido todo su combustible a través de un agujero provocado por el impacto de un fragmento metálico durante la explosión.

Desanimados, procedemos a estudiar las otras dos cápsulas que pueden hacer posible nuestro plan.

Sólo hay una capaz de volar, pero presenta bastantes fallos. Para empezar, ha quedado despresurizada. Hay bastante oxígeno en el tanque principal y en los de reserva, pero los conductos están obstruidos y no puede ser bombeado hacia la cabina. Esto implica hacer el viaje con traje espacial. Un desperfecto en la calefacción impide mantener la temperatura interna en una cota aceptable, registrándose un lento pero constante descenso que puede afectar a algunos componentes electrónicos. El dispositivo de acoplamiento se ha deformado hasta quedar inservible, por lo que la cápsula deberá ser sujetada con redes y arrastrada al interior de la Herschel 2 antes de poder abrirla. Por último, varios sistemas funcionan con sus unidades de reserva, sin posibilidad ya de reemplazo al haberse estropeado la principal.

El estado de la cápsula acarrea un cambio forzoso en el plan. Su carencia de aire, obliga a permanecer en traje espacial durante el viaje. Y no disponemos de aire suficiente para todos en las botellas de nuestros trajes. El que queda en las que llevamos puestas, más el de dos botellas intactas que hemos encontrado al revisar las otras cápsulas, puede sostener tan sólo a uno de nosotros. Así que alguien deberá ir solo a buscar ayuda, mientras los otros dos se refugian en la cápsula anclada cuya cabina sí dispone de reserva de oxígeno, no contaminado, y aguardan a ser rescatados.

La elección del viajero se hace con arreglo a razonamientos lógicos. Para garantizar las mayores probabilidades de éxito, el piloto titular es la persona idónea. Así que me preparo para hacer de emisario.

Mis compañeros se acomodan en su albergue improvisado, en el que deberán permanecer dos o tres días. Yo, tras recoger sus botellas de oxígeno que me han dejado en la esclusa, me dirijo a mi nave. Una vez dentro, trasvaso el oxígeno de ambas hacia la que llevo puesta, y acoplo a ésta las otras dos llenas, asegurándome así el suministro ininterrumpido del gas vital.

A las 23:10 efectúo el despegue, dificultado por la inconveniente posición de la cápsula con respecto al suelo. Dos breves encendidos de los impulsores laterales y una rápida estabilización preceden al encendido de los propulsores principales.

Poco después de comenzar a elevarme, contemplo como los focos del campamento que aún permanecían encendidos, se apagan, ante la falta total del suministro eléctrico, sumiendo la superficie en una negrura total, impenetrable para el ojo humano.

Liana y Dieter saben que no tengo opción de regresar con la cápsula. Es un viaje sin retorno que puede salvarnos o condenarnos. El mal estado de la cápsula aporta un sustancial riesgo adicional al que ya de por sí tiene el viaje. No puedo evitar pensar que fuera del contexto de las presentes circunstancias, la travesía que intento sería juzgada como un acto de temeridad demencial, una inconsciente partida de ruleta rusa. Sin embargo, quedarse en el cometa entraña amenazas mucho mayores. Si mis dos amigos no han resultado expuestos al germen en el interior de su habitáculo al desprenderse de los trajes espaciales, morirán por falta de aire a no ser que se les rescate a tiempo. Un retraso de diez horas puede ser fatal para ellos.

Tal vez en la Herschel 2 nuestro enmudecimiento en las comunicaciones les haya hecho sospechar que nos aqueja algo más que una avería en dicho sistema. Si escrutan con atención la superficie de Pertrolm, cabe la posibilidad de que detecten una pérdida de luminosidad en el punto donde las luces del campamento deberían brillar. Aunque se hayan percatado de que una desgracia puede afectarnos y en estos momentos preparen una operación de salvamento, si no están prevenidos del peligro que les espera aquí, pueden correr la misma suerte que nosotros.

Es vital que explique lo que ha sucedido, que proporcione todos los datos que he reunido sobre el microorganismo y su comportamiento, desde las coordenadas donde se ubica la colonia original, hasta las informaciones microbiológicas que el doctor Langford logró desentrañar, pasando por la crónica de los sucesos que me expuso la comandante y otros muchos conocimientos que quienes los adquirieron con la experiencia directa ya no pueden exponer.

Mi labor de emisario es vital no sólo para rescatar a mis amigos, ni para impedir que la segunda expedición acabe del mismo modo que nosotros o bien una engañosa ausencia de pistas o incidentes reveladores propicie que inadvertidamente trasladen a la Tierra gérmenes ocultos dentro de algún bloque de hielo intacto; sino porque este último peligro, cuya funesta consecuencia podría ser una plaga de proporciones planetarias, ya es posible ahora mismo. Hace cuatro años, la sonda automática Rosetta-26 visitó el cometa transmitiendo interesantísimos datos y propiciando la actual misión tripulada. Su módulo de muestras regresó a la Tierra con varios bloques de hielo alcanzando la tonelada de peso, hace apenas tres semanas. En este tiempo, teóricamente debería haberse detectado la existencia de microorganismos si los hubiere, pero lo insólito de su presencia y sus particulares características otorgan una remota aunque no imposible probabilidad de que se les libere de manera accidental al horadar o derretir una parte interna de los bloques. El gran error ha sido menospreciar por completo las posibilidades de vida en los cometas, dando por sentado que ninguna forma viva o latente puede existir en ellos. Las precauciones ante toda muestra se han limitado por tanto a otros aspectos poco o nada relacionados con el biológico.

A las 00:48 me encuentro ya en trayectoria interplanetaria fijada con la mayor precisión de la que he sido capaz, las reservas de combustible agotadas, y sin posibilidad de alterar mi curso. Liberada pues mi atención de esta primera fase tan crucial para el viaje, comienzo a redactar un informe de todo lo ocurrido destinado a la Caja Negra del vehículo, como precaución para el caso de que me ocurriera algo y no pudiese alertar a mis colegas personalmente sobre el peligro que existe en el cometa y la situación desesperada de Dieter y Liana.

Si todo va bien, el flyby con la nave nodriza se producirá dentro de 19 horas. Tras terminar el informe, quizá duerma un poco. Debo estar despejado cuando penetre en el radio de acción del receptor de comunicaciones de la Herschel 2.




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