CAPÍTULO 1


Soy Serge Vattier, de nacionalidad francesa, astronauta piloto, y miembro de la primera misión tripulada al cometa Pertrolm. Mi código de identificación personal es el FR-102634485.

Pertrolm es un singular astro. Con un diámetro medio de 110 kilómetros, resulta inusualmente grande, muy por encima de las dimensiones habituales del núcleo sólido de un cometa. Catorce mil años es el periodo estimado que consume en efectuar una vuelta alrededor del Sol, con su actual órbita. No se descarta sin embargo que esa órbita haya sido muy diferente en el pasado, o incluso que el astro proceda de una trayectoria interestelar más o menos errante y haya sido capturado por el campo gravitacional del Sol. Su distancia a la Tierra en el inicio de nuestra exploración era de 93,15 Unidades Astronómicas, el doble de la máxima lejanía al Sol alcanzada por Neptuno y Plutón. La primera visita, y única antes de la nuestra, que el cometa ha recibido, es la de la sonda interplanetaria automática Rosetta-26.

La misión de la que formo parte es internacional, aunque con especial participación de la Agencia Espacial Europea que fue la que puso en marcha el proyecto. Dos son las astronaves enviadas: la Herschel 1, en la que estoy destinado, y la Herschel 2. Gemelas en su estructura, la primera cuenta con una tripulación de 18 personas mientras que la de la segunda alcanza las 22. Ambas naves han viajado separadas unos 35 millones de kilómetros por término medio. El tránsito desde la Tierra a Pertrolm ha durado 408 días, mientras que el tiempo calculado para el trayecto inverso es de 597 días. Tres meses es el periodo asignado a las investigaciones en el cometa. Las naves nodriza están capacitadas, pese a su enorme peso, para descender sobre la superficie del cometa, acción posible gracias a la bajísima gravedad. Cuentan además con una serie de sondas automáticas destinadas a proseguir las investigaciones tras el fin de la doble expedición, así como con una pequeña flotilla de cápsulas de reconocimiento para facilitar traslados de personal y material de un punto a otro del cometa.

Siendo uno de los dos pilotos titulares de la Herschel 1, tengo bajo mi responsabilidad compartida la supervisión de los sistemas automáticos de vuelo, y el hacerme cargo del control directo en casos especiales como por ejemplo ante un fallo de los ordenadores. Con el fin de realizar bajo dichas circunstancias ciertas maniobras críticas de la nave nodriza, como aterrizajes y despegues, algo imposible por métodos convencionales debido a la extrema complejidad del vehículo, mis colegas y yo hemos sido entrenados para emplear un revolucionario método. Este consiste en nuestro control consciente de la frecuencia de nuestras ondas cerebrales. Autoprovocándonos pequeñas variaciones de esa frecuencia hacia una serie de valores preestablecidos, nos es posible crear secuencias complejas que gracias a ese código pueden ser interpretadas como instrucciones o palabras por los controles electrónicos de los vehículos. Este procedimiento, cuyas primeras investigaciones fueron llevadas a cabo por las Fuerzas Aéreas Estadounidenses a fines del siglo 20, ha conocido en las últimas décadas el desarrollo definitivo.

El descenso de la Herschel 1 se ha completado con éxito. Tras los estudios robóticos preliminares, varios equipos de científicos han realizado un total de ocho salidas de exploración. Como piloto, he tomado parte en tres de ellas a puntos alejados del campamento base que se ha levantado alrededor de la nave nodriza.

La superficie de Pertrolm es en su mayor parte un llamativo amasijo de hielo amorfo y polvo, salpicado de ocasionales piedras. El hielo amorfo, sin apariencia cristalina, inexistente en la Tierra de modo natural por formarse cuando el vapor de agua es expuesto a temperaturas más gélidas que 160 grados bajo cero, es fiel testimonio del frío reinante en este astro cuando se produjo la congelación de esas masas. En las excavaciones que hemos efectuado, son frecuentes capas donde partículas de hielo y de minerales están mezcladas íntimamente. A la luz de los potentes proyectores que atraviesan la oscuridad perpetua que reina en este mundo, el terreno se nos revela como una inmensa planicie sin apenas desniveles importantes. La intrincada estructura geológica promete no pocas sorpresas científicas. Las características intrínsecas de las diversas clases de hielo, que durante los últimos cien millones de años no parecen haber conocido temperaturas superiores a los 240 grados centígrados bajo cero, son también interesantes.




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