KRAFTWERK,

EL FOLCLORE DE LA ERA TECNOLOGICA

Por: Marc Moch

Version Original (en catalán) disponible aquí.


Son el grupo más importante, el más crucial, de la historia de la música electrónica (y, por descontado, las grandes estrellas del Sonar 98). Hay unanimidad en considerar a Kraftwerk como los grandes maestros, los pioneros absolutos, los predecesores de casi todos los estilos con máquinas de por medio que se han forjado en los últimos veinte años. Perfeccionistas en grado superlativo, su ritmo de producción es sumamente lento.

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"La música siempre ideas portará, siempre continuará". Esta línea vocal de "Techno pop", un tema del álbum "Electric Café" -en castellano en la versión hispana del disco- podría ser una buena síntesis de la filosofía que rige el trabajo de Kraftwerk. En el proyecto que Ralf Hütter y Florian Schneider conducen desde hace unos treinta años, la creación musical y las "ideas", la reflexión sobre todo aquello que perciben, tienen la misma importancia. Incluso podríamos decir que son dos partes perfectamente interconectadas, que se realimentan mutuamente, y de esta sinergia sale uno de los grupos más singulares y extraordinarios del siglo XX, quizá aquél que más ha hecho evolucionar la música y las actitudes que la rodean.

Evidentemente, la noción de Kraftwerk como un grupo de "arte global" fue imponiéndose a medida que pasaban los años, pero los intereses estéticos y musicales de Hütter y Schneider se han mantenido constantes desde sus primeros pasos. Estos se producen, además, en un momento y unas circunstancias muy proclives a la inserción de una carga de intelectualismo en el mundo del rock: a finales de los años sesenta, época de revoluciones y transgresiones de todo tipo, y en Alemania, en el mismísimo epicentro de la explosión del llamado "krautrock" o "rock alemán".

Ralf Hütter y Florian Schneider se conocieron en la Kunstakademie (Academia de Arte) de Remschied, un pueblo cerca de Düsseldorf, y acabaron de hacerse amigos en la clase de improvisación del Conservatorio de la capital de Renania Septentrional-Westfalia. Hütter era hijo de un médico, y estaba interesado por los happenings y acciones de Fluxus y otros grupos de "performance art". Florian había estado escuchando, desde que era un niño, la colección de música clásica y de vanguardia de su padre -Paul Schneider, un prestigioso arquitecto-, pero también el rock y el pop a la radio. Parece ser que Stockhausen, Pierre Schaeffer, Luigi Russolo, LaMonte Young y otros vanguardistas eran lo que más tenían en mente cuando comenzaron a intentar hacer música juntos. Su primer grupo conocido, un quinteto, se llamaba Organisation. Hütter tocaba el órgano, Schneider la flauta y el violín, y además había un cantante, un bajista y un batería. En el único LP que publicaron, "Tone Float" (1970) hay ecos de Pink Floyd y el rock psicodélico de aquellos años, aunque también fragmentos inspirados en Stockhausen, intentos de una percusión rítmica y repetitiva (pre-industrial?), apuntes del territorio virgen que Kraftwerk estaban a punto de abrir.

De hecho, Hütter y Schneider grabaron "Kraftwerk" poco después de disolver Organisation, el Verano de 1970. Sorprende la madurez que, sobre todo a nivel de concepto (más que estilístico) presentan en este primer LP.

El cono de la portada, la fotografía de un gran generador eléctrico en las dos caras, el propio nombre del grupo (Kraftwerk quiere decir "central de energía eléctrica" en alemán), todo hace referencia a la industria, entendida de una manera fría, objetiva, científica. La música es una extraña exploración de sonidos de instrumentos acústicos, percusión y, a veces, melodía, con algunos ritmos pre-mecánicos, tan alejada del rock como de las elucubraciones cósmicas con grandes sintetizadores de Klaus Schulze y los grupos de su entorno. La pieza más emblemática es "Von Himmel Hoch", con algunos pasajes casi industriales que avanzan lo que, ocho o diez años más tarde, será todo un género. "En aquella época, en Alemania, no teníamos ninguna referencia inmediata de música contemporánea, y la influencia del pop era una cosa que nos venía de fuera. Nuestro bagaje cultural y nuestra educación estaban enmarcados en un escenario urbano e industrial. No vivíamos en China ni en Norte de Africa. La manera de vivir que, por ejemplo, el Country puede representar para los habitantes de Texas o Oklahoma no tenía ningún sentido en un lugar como Düsseldorf. Parecía extraño e ininteligible entonces, pero la música industrial que nosotros desarrollábamos entonces era nuestra música étnica", explicaba Hütter en el número 38 de la revista Ajoblanco. Así pues, su labor se desarrolla a contracorriente de casi todos los clichés imperantes, sobre todo los de la cultura rock (pero también los del existencialismo y el intelectualismo afectado y elitista que tiene su epicentro en París). Ante el falso universalismo del rock, construyen una música electrónica que "es realmente un lenguaje mundial, la música de la aldea global" (Hütter, 1991), pero plenamente inspirada en aquello más cercano, la realidad industrial, cultural y social de su ciudad, su país, las cosas que ven y utilizan cada día. "Otros grupos como por ejemplo Tangerine Dream, a pesar de que son alemanes, tienen un nombre inglés, de manera que crean sobre el escenario una identidad anglo-americana, lo cual rechazamos por completo. Queremos que todo el mundo sepa que somos alemanes." Eso que Salvador Espriu decía de que, cuanto más locales, más universales, vamos.


En "Kraftwerk 2", que se abre con una especie de suite ("Klingklang", que después dará nombre a su estudio) juegan más con una caja de ritmos y los montajes de cintas. El disco que culmina esta etapa es el tercero "Ralf & Florian", un gran elepé de música electrónica, con un sonido más limpio, predominio del piano eléctrico y la percusión, y donde los experimentos de los dos discos de antes se acoplan con las primeras tentativas de piezas de baile ("Tanzmusik"), o el easy listening hawaiano y el vocoder ("Ananas Symphonie"). Y sólo basta escuchar "Elecktrisches Roulette" (una pieza repetitiva con algunos momentos casi pop) o "Kristallo" para darse cuenta de que ya han desarrollado toda una personalidad musical absolutamente única. A pesar de esto, es inmensa la distancia que separa "Ralf & Florian" de "Autobahn", el disco con el cual entran en el mundo de la música pop (o, mejor dicho, fusionan ésta con la experimentación electrónica). Kraftwerk la recorren en menos de un año, después de hacerse con su primer sintetizador, un mini-Moog. Hütter y Schneider querían plasmar en un tema el hecho de conducir por una autopista, de la misma manera que los Beach Boys -que les atraen más por la estructura psicológica de sus canciones que no por la música- traducían las sensaciones de hacer surfing en las playas de California. El resultado es una maravillosa sinfonía de veintidós minutos y medio, realmente evocadora de un viaje por autopista mediante el uso de efectos parecidos a los sonidos que se oyen yendo en coche, un ritmo mecánico muy preciso y geométrico, melodías repetitivas e hipnóticas, la voz pasada por el vocoder que repite un texto mínimo en alemán, la percusión sintética que en algunos momentos cobra más protagonismo. Las ideas las tenían muy claras. "Nos gusta que nuestra música refleje nuestra vida cotidiana.Otra gente puede estar fascinada por los vuelos al espacio, a la Luna, y cosas así. Nosotros preferimos ahora tratar de la tecnología de cada día, como son los coches, los trenes y otras máquinas controladas por humanos", dirán. Desde "Autobahn" (que tiene portada de Emil Schulz, una especie de ideólogo de la banda) Kraftwerk serán un cuarteto. El disco lo graban con Wolfgang Flür (percusiones electrónicas) y Klaus Roeder (violín y guitarra), pero este último es pronto sustituído por Karl Bartos. Hütter, Schneider, Flür y Bartos resultarán ser la formación "clásica" y más conocida de Kraftwerk.



"Autobahn" es un éxito en diversos paises de Europa -curiosamente, no en Alemania- y en Estados Unidos, donde el grupo hará pronto una gira de veintidós conciertos. En 1975 llega un nuevo disco, "Radio-activity", con piezas más cortas, inspiradas por la magia de las ondas de radio y el éter que las transmite, algunas tan sorprendentes como "Antenna", una especie de rock electrónico a la manera de Suicide, o "The voice of energy", donde suenan las primeras voces robóticas, que después se harán habituales. El disco revalida su popularidad,. y tras las autopistas y las ondas de radio, llega un álbum dedicado a los trenes, "Trans-Europe Express". En la portada, una fotografía en blanco y negro de los músicos, vestidos con trajes de los años treinta (un elemento más de su revuelta contra la estética del rock . "La cultura de Europa Central fue cortada en los años treinta, y muchos de los intelectuales marcharon a Estados Unidos o Francia, o fueron eliminados. Nosotros estamos levantando esto otra vez donde se terminó, continuando esta cultura de los treinta" diría Hütter, que siempre ha reivindicado el enlace entre la escuela de Frankfurt y la cultura progresista alemana malograda por la ascensión del nazismo. En "Trans-Europe Express" siguen presentes los ritmos mecánicos, los arreglos de cuerda sintéticos, la incorporación de los sonidos en un mensaje musical, la búsqueda del punto de encuentro entre la experimentación electrónica y la música pop, y, también, un sutil sentido del humor. Las emociones humanes nunca han estado fuera del mensaje de Kraftwerk, del que, hay que tenerlo en cuenta, "la música sólo es una parte".



Este planteamiento da otro paso de gigante (y una evolución de sonido y formas) con "The man machine", un disco basado en las teorías de sus autores sobre el "bio-feedback" entre las máquinas y sus usuarios, y que, de alguna manera, inventa el tecno, el electro y bastantes cosas más. Contiene estos temas clásicos de la electrónica que son "The model", "Neon lights", "Metropolis", o el emblemático "The Robots". Todo suena más sintético, más comprimido. "Nuestra música es más bien minimalista. Si podemos expresar una idea con una o dos notas, es mejor hacerlo así que tocar cien. Con nuestras máquinas de música, no viene al caso tocar con una especie de virtuosismo. Todo el virtuosismo que necesitamos está en las máquinas. Así pues, concentramos nuestro trabajo hacia un minimalismo muy directo." (Hütter).

En "Computer world" (1981), las piezas son más duras, los ritmos sincopados, y los sonidos de máquinas que los inspiran son ahora los de los ingenios electrónicos ("Pocket calculator"). Es éste un disco conceptual sobre el mundo regido por los ordenadores y, detalle insólito, Kraftwerk dejan de lado su reflejo frío y objetivo de la tecnología para avisarnos de los peligros del control informático de los ciudadanos (en "Computer world") o de la soledad que se puede dar en este mundo hiperconectado ("Computer love"). De "Pocket calculator" hacen versiones en cinco idiomas. Hay que decir que desde "Radio-activity", de los discos de Kraftwerk, hay versión inglesa y versión alemana (y, de algunos, en otros idiomas). La adaptación de las letras comporta pequeñas variaciones en las estructuras musicales, que hacen las delicias de los coleccionistas. "El mundo occidental está dominado por el lenguaje anglo-americano. Siendo nosotros alemanes, hemos tenido que aprender otros idiomas. A veces grabamos nuestras canciones en lenguas diferentes, francés y ahora.japonés. Sentimos que esto cambia nuestra música completamente, así que tenemos distintas variaciones de nuestra música y algunos de los idiomas incluso se avienen mejor, en ocasiones, con nuestra música, que otros", explicarán en 1981 en una entrevista de la BBC. Unos años antes habían dicho que "nosotros producimos a partir de la lengua alemana, nuestra lengua materna, que es muy mecánica. La hacemos servir como estructura básica de nuestra música"(..) El lenguaje es sólo otro patrón de ritmo, es una parte de nuestro sonido unificado".

 



En 1983 aparece el single "Tour de France", magistral recreación de otra relación del Hombre con una máquina, en este caso la bicicleta. Para Hütter, "la bicicleta es casi un instrumento musical por sí misma. Los sonidos de la cadena, el pedal, el engranaje, la respiración del ciclista, nosotros hemos incorporado todo esto en el sonido de Kraftwerk, inyectando los sonidos naturales en los ordenadores del estudio. Kraftwerk ha sido siempre un grupo populista; en nuestros últimos álbumes hemos destruido el mito del genio musical y hemos enseñado a la gente como cualquiera puede tocar un Casio, como hacer ellos mismos su propia música, solos. Ahora, con la bicicleta es casi lo mismo, el ciclismo es el deporte más popular, todo el mundo puede practicarlo", dijeron a Pascal Bussy, el autor de "Man, machine and music", el único libro publicado sobre el grupo.

En 1983 también se anunció un nuevo LP de Kraftwerk, con el título "Techno Pop". Pero este disco jamás vio la luz. Parece ser que el dominio de las nuevas tecnologías se comía todo el tiempo de los miembros del grupo. En 1986 sale "Electric Cafe", un disco un tanto irregular, con referencias a los nuevos ritmos de la música electrónica de baile, y una primera cara que tal vez es lo que ha quedado del proyecto de "Techno Pop" (así se llama uno de los temas) y el excelente "The Call Telephone", otro retrato de la tecnología de cada día. La gira prevista de presentación de "Electric Cafe" se anula, y comienza una etapa de silencio y rumores. Kraftwerk parecen zambullirse aún más en el hermetismo que siempre los ha caracterizado (al tiempo que, curiosamente, salen discos pirata a montones). Paralelamente, se produce el surgimiento de una pléyade de nuevos estilos y artistas de música electrónica, que, en su mayor parte, reivindican a Kraftwerk como una de sus influencias fundamentales. "A finales de los años ochenta, Kraftwerk es un gigante paralizado", llegará a decir Karl Bartos.

 



En 1990, Wolfgang Flür y Karl Bartos dejan el grupo. En 1991 sale "The Mix", una selección de temas antiguos que han revisado y regrabado. La versión de "Radioactivy" presenta un texto nuevo. "Chernobil, Harrisburg, Hiroshima, Sellafield...Stop Radioactivity" cantan, sin pizca alguna de ambigüedad. Además, al año siguiente, tocan, con U2 y otros grupos, en un festival contra la instalación de la planta nuclear Sellafield 2. En 1993, los rumores sobre la edición de nuevo material de Kraftwerk eran constantes, incluso se hablaba de una nueva y más larga versión de "Tour de France". Pero pasó el tiempo y ningún disco llegó a las tiendas. En 1997, cuando sus seguidores empezaban a hacerse a la idea de que habían cogido la jubilación, hacen una actuación en el festival Tribal Gathering. Quienes pudieron verla, explican maravillas, y también que salieron al escenario con trajes negros con carcasas de color verde fluorescente y gafas del mismo color, y que tocaron ¡un tema nuevo!, el primero desde hacía trece años. Después han hecho dos actuaciones más, una en el centro multimedia ZKM de Karlsruhe, Alemania, y otra en Linz. En esta ciudad austriaca tocaron tres temas nuevos, más una versión renovada de "Airwaves" de "Radioactivity". La pequeña gira que los lleva a Barcelona es muy curiosa, ya que se realiza sin ningún nuevo disco e incluye conciertos solamente en Tokio (tres), Estados Unidos (seis) y, en Europa, la del Sonar (Barcelona) y, después, sólo otra en Roskilde, Dinamarca.

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