MISIONES
ESPACIALES SECRETAS
Una parte importante de la astronáutica se ha llevado a cabo en el
marco de actividades militares y de los servicios de inteligencia de
las superpotencias, sobre todo durante la Guerra Fría.
Aunque ahora hay disponible bastante información
histórica, entre fines
de la década de 1980 y principios de la de 1990, época en la que
escribí un libro que se publicó por entregas en la revista "Astronomía,
Astrofotografía y Astronáutica", y también diversos artículos que
aparecieron en otras revistas, era todo un reto reunir datos sobre
satélites espía, satélites asesino, y otros vehículos espaciales
envueltos en misiones secretas. Gran parte de la información que manejé
se basaba en estimaciones o en datos filtrados por la superpotencia
contraria. Así, cuando escribía sobre proyectos soviéticos lo hacía
guiándome por la información estadounidense, incluyendo los listados de
lanzamientos y datos orbitales suministrado por el Goddard Space Flight
Center de la NASA, en tanto que a más de un satélite secreto
estadounidense lo solía citar con el nombre que le daban los rusos.
Para extraer información de donde parecía no haberla, aprendí a "leer
entre líneas" en los informes y listados. Por ejemplo, la "no
disponibilidad" por parte de la NASA de ciertos datos clave sobre unos
satélites determinados (por lo general rusos) denotaba la imposibilidad
técnica de obtenerlos, en tanto que para otros satélites (por lo
general estadounidenses) esa misma calificación delataba que sí se
tenía la información pero que era secreta.
También me aproveché de las pequeñas "contradicciones" legales entre la
cooperación de Estados Unidos con sus aliados más directos y las
diferencias de cada país en el límite a partir del cual la información
pasaba a no estar "disponible". Así, un dato que no aparecía en un
listado de la NASA, sí podía encontrarlo a veces en uno que obtenía del
Royal Aerospace Establishment, un organismo gubernamental británico de
aquella época.
Conocí en persona a dos militares estadounidenses de alta graduación
envueltos en actividades espaciales, incluyendo proyectos clasificados
como confidenciales. Curiosamente, el más vinculado a los servicios de
inteligencia era el más amistoso y accesible.
La asombrosa apertura política de Rusia al inicio de la
década de 1990,
que culminó con la disolución de la URSS, me permitió meter las narices
en cosas que sólo unos pocos años atrás habrían sido objetivos dignos
de espías. Y los canales por los que me llegó la información fueron aún
más inesperados: Las primeras fotos, así como datos técnicos
razonablemente detallados, que obtuve de un modelo de minirreactor
nuclear espacial ruso que en su día fue secreto, me los suministró nada
menos que la Base Aérea Kirtland de la Fuerza Aérea estadounidense
(USAF), con ocasión de una compra de varias unidades por parte del
gobierno estadounidense, una transacción comercial impensable pocos
años antes.
Especular y escribir sobre estos temas resulta apasionante, pero a
veces algunas anécdotas macabras nos recuerdan que su trasfondo puede
ser bastante desagradable. Una de ellas la viví cuando, trabajando en
un artículo, tuve la oportunidad de examinar un documento de la CIA
digitalizado. En su día, ese informe fue secreto, pero cuando yo accedí
a él ya estaba desclasificado. El informe trataba del mismo tema que mi
artículo y ofrecía datos muy interesantes. A fin de saber un poco más
sobre el sujeto que lo firmaba, ya que en el informe no se indicaba qué
titulación poseía ni qué cargo ocupaba, busqué información sobre él, y
encontré esos datos. Se trataba de un profesor universitario que aceptó
encargos de la CIA como perito en temas de astronáutica y otras áreas
tecnológicas. Pero también averigüé que se suicidó en circunstancias
extrañas, cayéndose desde la ventana de su apartamento, sin testigos.
El suceso no les había pasado desapercibido a los buscadores de
conspiraciones, y las diversas especulaciones, todas coincidiendo en
que el extraño suicidio fue un asesinato, atribuían la autoría del
"trabajo" a una u otra superpotencia, aportando argumentos para cada
caso y sacando a relucir datos escabrosos sobre las actividades del
sujeto. Según algunas de esas hipótesis de conspiración, alguien del
propio bando habría acabado con él para silenciarle, en tanto que según
las otras alguien del bando opuesto lo habría hecho por venganza.
Texto: Jorge Munnshe
En la imagen superior,
minirreactor
nuclear espacial ruso
Topaz 2. (Foto: International Scientific Products)
En la imagen inferior, unidades de Topaz-II en proceso de traslado.
(Foto: USAF)