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Lanzadera Espacial.
STS-107 Columbia

21 de Julio de 2003.

Foto: CAIB Photo by Rick Stiles 2003Nuevas estimaciones sugieren que los miembros de la tripulación del Columbia, gracias a encontrarse en el interior de su cabina reforzada, aún sobrevivieron aproximadamente un minuto tras el último contacto con el centro de control en Houston.

Durante este tiempo, la nave giró sobre sí misma varias veces y empezó a desmembrarse, pero la cabina, fabricada en una sola pieza y encajada con el resto del fuselaje, pudo resistir hasta que la presión aerodinámica creció tanto que rompió su integridad. Habría sido entonces, y no antes, cuando la tripulación acabó perdiendo la vida.

La NASA, como ya ocurriera después del accidente del Challenger, en 1986, prefiere no proporcionar información sobre la muerte de sus astronautas, básicamente por respeto a sus familiares. Es por eso que no se han hecho públicas imágenes de los restos de la cabina o de los cuerpos.

Sin embargo, en la detallada descripción del suceso puesta en pie por la comisión investigadora, se aportan suficientes datos como para ratificar este escenario: las últimas palabras del comandante Rick Husband, que quedaron interrumpidas por la rotación rápida del vehículo y el consecuente bloqueo de la señal por la cola de la nave, no marcaron necesariamente el final de los astronautas.

El análisis de los datos registrados por el sistema de grabación de a bordo nos ha permitido averiguar que, después de esta última señal de voz, el Columbia continuó girando sin control, provocando la pérdida del ala izquierda y la destrucción del sistema de maniobra orbital del mismo lado. El resto, a pesar de todo, se mantuvo intacto, incluyendo la cabina donde se hallaban los astronautas. Así parece indicarlo el funcionamiento de las células de combustible, que continuaron proporcionando electricidad a sus sistemas. Se ha detectado también el desplazamiento no previsto de la palanca de control por parte del comandante, aunque no se sabe si fue voluntario o involuntario.

El sistema de grabación de datos continuaría almacenándolos hasta que el Columbia se destruyó completamente, incluyendo el sistema eléctrico. En ese punto, la nave se convirtió en una nube de fragmentos, entre los que destacaba la cabina completa. Ésta continuó su caída de forma independiente, con sus ocupantes, hasta que la atmósfera, cada vez más densa, rompió su integridad.

La NASA podría proporcionar más información sobre este tema durante las próximas semanas, pero lo que queda claro es que la tripulación no murió inmediatamente. Los ingenieros se preguntan pues si las cabinas podrían ser dotadas de algún tipo de sistema de emergencia (como un escudo térmico y unos paracaídas), que entrara en acción tras la rotura inicial del vehículo. Se da el caso que la cabina del Challenger también sobrevivió a la explosión y que, junto a sus ocupantes, cayó al agua de una pieza.

La modificación de la cabina de los restantes transbordadores, a pesar de todo, sería muy complicada. La adición de sistemas adicionales para garantizar su supervivencia causaría un desplazamiento en el centro de gravedad del vehículo y una reducción de la carga útil que es capaz de transportar. Además, tales modificaciones precisarían una gran inversión y un tiempo de diseño extraordinariamente largo, que la NASA podría optar por utilizar para una nave completamente nueva. No es probable que se efectúen cambios tan drásticos a corto plazo, al menos durante la fase de construcción de la estación espacial internacional.

Lo que también parece claro es que el envejecimiento de los transbordadores no ha sido un factor decisivo en el accidente del Columbia. Como demuestran las pruebas, la espuma aislante, golpeando a gran velocidad, puede dañar de igual forma un panel viejo o uno nuevo, ya que se han excedido los valores de diseño originales en más de un 50 por ciento. La NASA deberá evitar que puedan desprenderse más fragmentos de espuma aislante de los tanques de combustible, y desarrollar métodos de reparación razonables en caso de que se produzcan daños.

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