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Ciencia Espacial
El Regreso de la Genesis

13 de Septiembre de 2004.

Foto: NASA/JPLA pesar de la decepción ocasionada por el violento aterrizaje de la cápsula Genesis, la NASA aún confía en poder obtener resultados científicos de la empresa. Una parte de las muestras de viento solar parecen estar intactas.

No era el impacto, desde luego, la forma prevista para la finalización de este importante viaje espacial. La primera misión de recogida de muestras extraterrestres desde el Apolo-17 (diciembre de 1972) había despertado grandes expectativas tanto entre el público como entre los científicos.

Todo había ido bien hasta entonces. La Genesis había cruzado la órbita de la Luna el 6 de septiembre, acelerando progresivamente al ser atraída por la gravedad terrestre. La última maniobra de cambio de trayectoria se llevó a cabo sin incidentes. Poco antes de llegar a nuestro planeta, una cápsula diseñada para sobrevivir la reentrada atmosférica fue liberada con las muestras, mientras el resto del vehículo volvía a maniobrar para evitar el impacto contra la Tierra.

Durante semanas y meses, los protagonistas humanos de la captura de la cápsula en el cielo de Utah habían practicado hasta la saciedad, consiguiendo siempre su objetivo. La metodología, además, no era nueva, ya que había sido utilizada en decenas de ocasiones en el pasado, cuando el personal militar americano recuperaba las cápsulas con material fotográfico obtenido por los satélites espía.

Varios minutos antes de iniciarse la reentrada, dos helicópteros (rojo y azul, siendo el primero la unidad principal) despegaron en dirección a la zona prevista para el encuentro. Otro helicóptero, militar, coordinaría las operaciones, y otro más cubriría las imágenes.

Como estaba previsto, la telemetría informó sobre la exitosa liberación de la cápsula y el inicio de la entrada atmosférica a las 09:52:47, hora de la costa oeste de los Estados Unidos. El vehículo, protegido con un escudo térmico, disminuiría su velocidad gracias al rozamiento con la atmósfera, hasta que, a unos 33 km de altitud, debería abrirse un primer paracaídas estabilizador. Desde entonces, serían necesarios 18 minutos para que la cápsula descendiera hasta la altitud de captura, ya con el paracaídas principal abierto.

Si todo iba bien, la misión iniciada en agosto de 2001 y que supuso la recolección durante muchos meses de innumerables partículas de viento solar, el mismo material que dio forma a nuestro sistema planetario, llegaría a su fin con una oportuna captura en el aire y el posterior traslado de la cápsula hasta la instalaciones de Houston, donde los científicos examinarían sus contenidos. Las muestras serían aisladas en sus colectores, hechos de oro, zafiro, silicio y diamante, evitando cualquier tipo de contaminación.

Sin embargo, y mientras las cámaras de larga distancia mostraban por primera vez a la cápsula descendiendo, se hizo evidente que algo había ido mal. El objeto parecía girar descontroladamente, falto de la estabilidad que debía aportar el primer paracaídas.

El centro de control mantuvo informados a los pilotos de los helicópteros, hasta que la cápsula se hizo realmente grande en las pantallas de los televisores y acabó impactando contra el desierto de Utah. Ninguno de los paracaídas se había abierto y por tanto el vehículo se había empotrado contra el suelo, a unos 311 km/h. El choque se había producido en un área cercana a Granite Peak, dentro de la zona protegida, y por tanto nadie resultó herido o afectado.

Una cámara mostraba claramente los restos de la cápsula, que parecía no haberse desintegrado, sino sólo encajado, con numerosos daños, en un suelo que resultó ser más blando de lo esperado. Pero, enterrada hasta la mitad de su diámetro, grandes grietas permitían suponer que había sufrido importantes daños y que la misión podría haber concluido como un fracaso total.

Los helicópteros recibieron las coordenadas del lugar y acudieron de inmediato hasta sus inmediaciones. Ante la evidencia de que los paracaídas no se habían abierto y que los sistemas pirotécnicos que deberían haberlo provocado podían estar aún armados, el personal se aproximó a los restos de la cápsula con mucho cuidado.

Se la fotografió a conciencia, verificándose que podía estar más intacta de lo que una circunstancia de este tipo podía hacernos imaginar. La retransmisión de la NASA se interrumpió en este punto, mientras los especialistas se preparaban para sacar a la cápsula sin aumentar el daño o la contaminación que podría haber afectado ya a sus valiosas muestras.

La NASA ordenó la creación inmediata de una comisión de investigación, que se ocupará de averiguar qué ha ocurrido. Uno de los principales candidatos a explicar el fallo es la batería, que había experimentado fluctuaciones de temperatura durante la misión, y que podría no haber alimentado a los circuitos electrónicos cuando éstos detectaron que era el momento de abrir los paracaídas. Pero existen otras posibilidades que deben ser examinadas.

Los científicos, desolados, sólo pensaban ahora en poder recuperar parte de las muestras, enfrentándose a un inesperado proceso de descontaminación para el que no se tiene apenas experiencia.

La cápsula fue finalmente sacada del cráter y transportada mediante helicóptero hasta la sala limpia que la había estado esperando. Se retiró con cuidado la tierra incrustada y se comprobó que, en efecto, los dispositivos pirotécnicos no habían llegado a funcionar. Después, se extrajo el receptáculo donde se hallaban las muestras y se procedió a hacer un inventario de los contenidos. De forma metódica, se verificó el estado de cada colector y se descubrió que al menos parte de las muestras podría haber sobrevivido para ser analizada.

La principal prioridad de la misión era medir los isótopos de oxígeno capturados, para determinar sin son correctas las teorías que dicen que el oxígeno tuvo un importante papel en la formación del sistema solar. La revisión preliminar indicaba que al menos dos de los colectores estaban en su lugar, y que incluso los cuatro podían estar intactos, aportando material suficiente para los análisis. Otra prioridad consiste en analizar los isótopos de nitrógeno, cuyo colector parece también intacto.

Otras muestras de viento solar, situadas en los colectores hexagonales, han sufrido mucho más. Todos los colectores de este tipo parecen rotos, pero es posible que se puedan recuperar partes de ellos. Otros colectores han sobrevivido pero han sido contaminados por la suciedad del desierto.

Durante los próximos meses, sabremos realmente lo que pasó, y averiguaremos si la misión de la Genesis ha sido finalmente provechosa para la Ciencia.

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