ALGUNOS FRAGMENTOS
DE CAPÍTULOS POSTERIORES


"Rudolf Fietzek, 58 años, abogado y propietario de un gabinete jurídico, ha aparecido calcinado en su dormitorio conyugal, sin que nada a su alrededor se haya quemado. Por eso, la policía cree que el cadáver fue depositado allí tras ser incinerado, a pesar de las declaraciones de su esposa quien afirma haber contemplado "una bola de fuego envolviéndole hasta consumir su carne y parte de los huesos, en menos de un minuto". Las autoridades no juzgan válido el testimonio de la señora Fietzek, por considerarse fruto de alucinaciones, ya que sufre una intensa crisis nerviosa".

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Gente de ciertas localidades, y la tripulación de un buque pesquero, afirmaban haber visto un objeto ígneo pasar veloz junto a ellos. Una de las notas hablaba de la caída de un meteorito, otra de un avistamiento OVNI, y otra del posible ensayo de un arma militar.

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Una densa cortina de balas escupidas por fusiles y ametralladoras cubrió la luz, que pareció perder brillo. Con todo, siguió avanzando en línea recta hacia ellos, en lo que los guardias interpretaron como una maniobra kamikaze. Varias granadas fueron arrojadas contra la cosa, que pareció resentirse de las explosiones al perder bastante velocidad, pero a pesar de ello, continuó.

A veinte metros de distancia, los hombres se dispersaron, asustados. Algunos de ellos fueron tocados por la llama flotante, y cayeron inconscientes, como si hubiesen recibido un fuerte golpe.

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Salió de la fortaleza y se internó por el interior del bosque, cruzando entre los troncos de los árboles de un modo aerodinámicamente imposible para un cuerpo convencional, con el misil volando tras él cada vez más cerca sobre las copas de los árboles. Margot, que observaba los hechos desde ese bosque, vio la esfera fosforescente pasar a menos de treinta metros de ella, y casi al mismo tiempo notó el calor de las toberas del misil y un ruido ensordecedor cruzando por encima de ella a unos cincuenta metros de altura.

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Veía una oscuridad total, vulnerada tan sólo por fragmentos de recuerdos visuales recreados una y otra vez de modo simultáneo sobre la espesa negrura, a través de múltiples ventanas o pantallas, y por imágenes distorsionadas del mundo físico que aparecían en otra. Oía un ruido ensordecedor, similar al bramido de una explosión nuclear perpetuamente sostenida, que a duras penas permitía que algunas señales acústicas, residuo de una concepción humana, fuesen detectadas y re-elaboradas como tales. Su percepción amortiguada del universo no tenía a la luz visible como única señal visual; al contrario, ésta era sólo una entre muchas. De las ondas de radio a los rayos gamma, todo constituía una percepción global. Ver con sus "ojos" enloquecería a un humano.

En las profundidades cuánticas de la máquina, los destellos ancestrales del odio operaban bajo la forma de erupciones energéticas de apariencia no muy distinta a las colosales masas de gas incandescente que a veces se levantan de las estrellas hacia miles de kilómetros de distancia.


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